Para todos los guatemaltecos, el mes de mayo es muy especial, pues se celebra el Día de la Madre. Aunque específicamente la celebración se lleva a cabo el día 10, por lo general, el mes entero se relaciona con esta festividad. Por otra parte, es tradicional agasajar a las madres con una ofrenda de rosas y otras flores.

Desde los primeros siglos del cristianismo, la rosa ha ocupado un lugar destacado como símbolo de la Virgen María. Esta flor, venerada por su belleza, su fragancia y sus espinas, encierra una riqueza de significados que han acompañado a la iconografía mariana a lo largo de la historia.

En la Edad Media, los místicos y poetas cristianos comenzaron a llamar a María «la Rosa sin espinas», haciendo alusión a su concepción inmaculada: pura y libre del pecado original. Así como la rosa florece en medio del jardín, María es vista como la flor más perfecta del «Jardín de Dios», una criatura elegida por su gracia y belleza espiritual para ser la madre de Cristo.

El rezo del Rosario —cuyo nombre proviene directamente de la palabra «rosa»— es otra manifestación simbólica de esta relación. Cada Ave María pronunciada es conside- rada una rosa ofrecida a la Virgen, formando una “corona de rosas espirituales” en su honor.

Por lo anterior, esta exposición se centra en la rosa, tanto desde el punto de vista simbólico en su relación con la Virgen María, como también, la forma en la que ha sido empleada en la fabricación de todo tipo de objetos utilizados para la devoción mariana. Muchos de los objetos y obras de arte expuestos en esta ocasión, se encuentran ubicados en distintas partes de la Basílica y el convento, pero otros se exponen al público por primera vez.

Las tres salas se enfocan en un aspecto distinto de la vida y papel de la Virgen María. La primera, resalta la parte humana de la Virgen; la segunda, celebra su rol celestial dentro de la tradición cristiana y la tercera; presenta su importancia específica dentro de la larga, antigua e interrumpida tradición de la orden dominica.